“Emma Woodhouse, hermosa, lista y rica, con un hogar
agradable y un temperamento alegre, parecía reunir varias de las mejores
bendiciones de la vida; llevaba viviendo cerca de veintiún años en este mundo
sin que apenas nada la agitara o molestara”.
Toda gran novela tiene un gran comienzo y Emma, de Jane
Austen, no podía ser menos.
La mayoría de personas que se pasan por mi humilde blog
saben de mi querencia por Jane Austen; por lo tanto, sobran
presentaciones. Ella es una inmortal escritora, yo un mortal lector; así que
más vale que aproveche mientras pueda. Media vida la he dedicado a leer su obra
literaria (6 novelas): La Abadía de Northanger, Sentido y Sensibilidad,
Mansfield Park, Emma, Orgullo y Prejuicio, y Persuasión. La otra media la voy
a dedicar a releerla.
Al igual que caminando se huella el camino por el que
has de volver a andar, al leer se selecciona las lecturas que algún día
retomarás; aceleraré el paso; descarto dos novelas para esta segunda tanda
relectora: La Abadía de Northanger y Sentido y Sensibilidad; siendo buenas, no
lo son tanto como las otra cuatro, que considero obras maestras: Mansfield
Park, Emma, Orgullo y Prejuicio, y Persuasión. Cuatro grandes novelas para un
escritor que vivió 41 años es un montón. La mayoría, con una vida más longeva,
sueña, aspira, con una, y gracias.
Pensándolo mejor, creo que voy a dividir mi segunda
mitad de vida en dos para poder leer a Jane Austen por tercera vez. Imposible
no pretender ser avaricioso. A menos que alguien me garantice que puedo
llevarme sus libros al otro mundo. No, eso no va a suceder. Aunque,
seguramente, ni en ese caso…
Es posible que se hayan percatado del uso que estoy
haciendo del punto y coma; continuo, irrefrenable, incluso persistente. Lo he
aprendido ahora, leyendo Emma; intento aplicar conocimientos frescos.
Otra cosa es el resultado; es imposible estar a la altura de Austen. Mi consejo
es que, si quieren aprender a manejar, a mejorar, la aplicación de puntos,
comas, y puntos y comas, así como a estructurar textos y condensar ideas
y/o sentimientos, no es necesario acudir a un libro de gramática; mejor leer a
Jane Austen; como profesora no encontrarán una mejor. Al mismo tiempo que se
divierten y entretienen, aprenden lingüística, implícitamente: aquí mejor
esta puntuación, aquí mejor un punto y coma, aquí mejor terminar el párrafo,
aquí mejor entrecomillar, aquí mejor puro diálogo, aquí mejor exponer
directamente la idea… Es un dominio portentoso de la escritura.
Les contaré mis impresiones al reencontrarme con Emma
unos diez años después de haberla conocido (no es un cálculo exacto, puede ser
más o menos, creo que realmente es más). Yo he cambiado pero ¿Emma? Ella no
tanto, sigue siendo una mujer hermosa e inteligente, en la flor de la
vida, pero seguro que también lo ha hecho.Ya se sabe, no te encontrarás dos
veces a la misma Emma en el libro. Es la grandeza de los personajes que cobran
vida.
La primera sensación que tuve era la de ser más
consciente que nunca de estar leyendo una comedia. Con todo lo importante que
es este hecho. Quizás antes no sabía valorarlo; quizás
no sabía distinguirlo; ahora lo digo con mayúsculas: CO-ME-DIA. Pasan pocas
comedias por nuestras manos a lo largo de la vida; son infrecuentes en
comparación con la tragedia o el melodrama, cuya tendencia es mayor. Es
un género difícil. Tienes que contar una historia seria, que provoque el humor
del lector, pero con naturalidad, sin caer en el disparate. Es ser capaz de ver
el lado humorístico de la vida. De hecho, ahora mismo pienso que, como
comedia de Jane Austen, Emma posiblemente sea la mejor. Como comedia, en
general, me parece insuperable, deliciosa, exquisita.
Emma es inteligente e imaginativa. Austen inventa un
término para Emma: “imaginista”. Lo utiliza de forma irónica. Ser imaginista conlleva una incapacidad congénita para discernir correctamente la realidad de los
demás ¡Emma no para de meter la pata
intentando arreglar matrimonios! Tiene innata propensión a creer que los demás
se comportarán como ella decida. Esto da pie a situaciones inigualables por
cómicas y geniales. Como cuando le declara su amor el cura del pueblo, pillándola
totalmente desprevenida, dentro de un carruaje donde ambos coinciden regresando de una fiesta. Emma pensaba que el
reverendo Elton estaba detrás de su amiga Harriet. Lo pensaba y lo deseaba. Había
planificado diferentes situaciones para que ambos se sintieran atraídos y
acabaran casándose. A su amiga directamente se lo metió por los ojos.
Pero he aquí que el cura se le declara y ella se sorprende. Emma le
pregunta, desconcertada, si no le gusta Harriet (convencida que
estaba) y él responde, un poco borracho, ¡al carajo Harriet! ¿Quién puede pensar en ella estando la señorita Emma Woodhouse presente? Emma se siente azorada, desengañada, enfadada, ¡violentada!,
pero nosotros no podemos evitar reírnos. Situaciones como esta hay
muchas. Es solo un ejemplo. Por alguna razón, Emma no nos da pena; las situaciones no son
penosas. Es comedia pura y dura. ¡Es la vida misma!
Otra diferencia palpable respecto a cuando conocí
a Emma por primera vez es que pude ver más claramente sus defectos. Antes
juraría que no los tenía. Esta es otra grandeza de Austen, su capacidad de
distanciarse de los personajes favoritos. Podemos ver que nadie es perfecto,
incluso los protagonistas. Bien es verdad que Emma va cambiando a lo largo del
libro: sus caídas en el engaño son un defecto del cual llegará a emanciparse.
Para Austen puede que los defectos de la heroína no sean sino excesos de sus
virtudes. La primera vez que lo leí quizás lo sentí más desde esa perspectiva…
El caso es que esta segunda vez me llamó la atención ese hecho. Continuamente
sus defectos se me hacían visibles. Incluso en algún momento pensé ay Emma, no
das pie con bola, hasta comprobar que finalmente ella se va dando cuenta de los
errores y se ríe de si misma con comentarios ingeniosos. Eso si, al final me reconcilié por completo
con Emma, imposible resistirse a sus encantos,
inteligencia y chispa.
Otra anécdota que recuerdo con gracia es la siguiente. Un grupo de amigos de lo más variopinto se encontraban de excursión en un paraje natural. Exactamente eran ocho personas. Estaban algo aburridos sentados sobre una loma mirando el bonito
paisaje. Entonces un caballero propuso un juego para animar un poco el ambiente:
que cada persona dijera, o bien algo muy agudo, ya fuera en prosa o en verso,
original o repetido, o dos cosas moderadamente agudas, o tres cosas muy
aburridas, comprometiéndose a reírse de buena gana con ellas. Entonces la
señorita Bates (señorita por soltera pero de edad madura), una mujer de buena
voluntad pero de lengua irrefrenable, dijo que ella diría tres cosas aburridas
que es lo que le iría bien y bla, bla, bla, mientras, miraba alrededor buscando la
aprobación de los demás. Todo el mundo guardó silencio pero Emma no pudo
resistirse y dijo: “¡Ah, señora, pero puede haber una dificultad! Perdóneme,
pero usted estará limitada en cuanto al número: sólo tres a la vez”. ¡La risa
todavía me dura! La señorita Bates no comprendió al principio, pero al rato un
leve rubor mostró que podía haberle hecho daño. Se quedó callada. Seguramente
Emma no tenía que haber dicho eso pero al mismo tiempo es tan joven e ingeniosa
que normal que alguna vez se le escape alguna broma burlona. Que bien retratada
la juventud, es la esencia misma, eso me parece a mí. Por cierto, en su momento
no lo percibí así pero al escribir esto caigo en la cuenta que Emma, de alguna
manera, cumplió con su parte, eligiendo decir algo muy agudo o ingenioso. ¡Que cosas!
En este texto me he centrado en Emma, que es la estrella
de la novela. Pero hay muchos personajes más. Es otra de las características de
Jane Austen, su capacidad para ofrecernos personajes, centrales y periféricos, consistentes
en forma de hablar y pensar y, al mismo
tiempo, intensamente diferenciados. Así nos encontramos al señor Knightley, un
perfecto caballero que cuando habla suele ser muy sabio y elocuente; el padre
de Emma, el señor Woodhouse, con el que por momentos tenía la sensación de
estar ante el primer gran hipocondriaco del mundo artístico (antes de Woody
Allen); la señorita Jane Fairfax, que rivaliza con Emma en belleza, elegancia e
inteligencia (Jane es más introvertida y tímida que Emma); Frank Churchill,
digamos que es el caballero que rivaliza con el señor Knightley (hay otros pero
no tienen tanta altura), aunque más joven, desprendido y veleidoso; la señorita
Harriet Smith, amiga de Emma, una joven huérfana de buena voluntad y
sentimientos aunque intelectualmente más limitada. Y unos cuantos más. En fin, conoceremos
diferentes personajes a los que veremos crecer durante el libro, con los que simpatizaremos
más o menos, o comprenderemos más o menos según el momento, sus circunstancias
y las nuestras. Personajes que harán nuestras delicias.
Estos días he tenido conversaciones sobre las nuevas
tecnologías, cómo te quitan tiempo y
concentración para la lectura de toda la vida de tanta oferta tentadora
disponible en la red de redes. Hay bastantes estudios sobre el tema. Nos está cambiando la forma
de leer, incluso de concentrarnos. Con Emma he vuelto a los hábitos de los
viejos tiempos. Por unos días he desconectado involuntariamente del mundo virtual
y me he pasado al mundo analógico del papel
con tapa dura a tiempo completo. Ciertamente Jane Austen es adictiva, cuando pasas cierto punto
de sus novelas, cuando la trama comienza a desarrollarse, ya no hay vuelta atrás. Eso es otra, Emma es
un encaje de bolillos. En la parte final, cuando se produce el desenlace,
comprendes que todo encaja a la perfección, que nada está de más ni es
gratuito. Las horas se pasan volando y solo quieres avanzar
capítulos. Eso si, con calma, nada de prisas, disfrutando la deliciosa prosa, concentrándote
en las enseñanzas. Eso me hace pensar
dos cosas. Primero, es posible volver a los orígenes cuando nos concentrábamos en la lectura. Segundo, hace falta
encontrar grandes libros. La experiencia me dice que no es tan fácil
encontrarlos, al menos los adictivos.
Jane Austen nos recuerda que los autores clásicos
estarán siempre disponibles para ser el bálsamo anti estrés cuando la
actualidad y la tecnología resulte excesiva. Por lo pronto, me ha contagiado una inercia
que espero poder aprovechar; además, estamos en verano, época de grandes
lecturas y relecturas. Ya me pregunto, pensando en el futuro, cuando
me encuentre con Emma por tercera vez: ¿será la misma? ¿cambiará? ¿lo haré yo? Seguramente ambos. En ese sentido,
literatura y vida van juntas de la mano.
En el caso de Emma, una de las hijas más queridas de Jane Austen, puedo jurarlo.
Bueno por mi parte quiero agradecer por la excelente publicación y compartir contigo lo maravilloso que es este libro, para mi es grandioso, y sabes me identifico con Emma, porque bueno quiza no sea como Elizabeth, pero Emma inteligente ingeniosa y poderosa, muy poderosa y no lodigo po su dinero, si no por esa manera de ser la sacerdotisa del matrimonio, y para mi su esposo el sr, knightley uno de los mejores partidos de la literatura universal.
ResponderEliminarGracias Esmeralda. Se suele decir que Elizabeth gana en ingenio y Emma en imaginación. A mí me gustan ambas y las sitúo a la par. Creo que son dos grandes personajes de la literatura universal. Y si, estoy de acuerdo, gran partido el sr. Knigtley. Resulta curioso, Emma se asustó cuando vio que se lo podían levantar y, además, su amiga a la que aconsejaba; no deja de ser otra gran ironía de Jane Austen.
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