Aunque tenga el título de leyenda, la
historia que les voy a contar es real. La leyenda es la que se encargará de
elevar sus horizontes hasta niveles míticos, cuando la gente no crea que un
león y un hombre pudieron ser grandes amigos, pero es demasiado pronto para que
eso ocurra todavía: la ceniza con la que se escribe aún humea caliente cual
hoguera indígena a menos de un día de distancia a pie. En los famosos años 60
era legal muchas cosas que hoy nos sorprenderían, como tener cualquier tipo de
animal, por muy exótico que fuese. ¿No se lo creen? Basta con decir que podías
comprar un gato doméstico pero también a su primo mayor ¡un león! Si, como
leen, podías llevar una pava a tu casa y enseñárselo: "mira que mascota
más mona tengo... Tranquila, duerme en el sofá".
Por aquella época Londres era una ciudad populosa y vibrante que
atraía a toda clase de personas: un centro artístico cultural a nivel mundial.
Desde Australia llegaron dos jóvenes amigos, Jhon Rendall y Ace Bourk, a estudiar y vivir la atractiva vida
londinense. En 1969 leyeron un anuncio en el periódico en el cual vendían un
cachorro de león. Decidieron que tenía que ser suyo. Fueron a la tienda y lo
vieron dentro de una angosta jaula, así que con más razón pensaron que debían
sacarlo de allí. Tuvieron que pasar un examen para poder llevárselo. Me
pregunto que clase de examen te pueden hacer para saber si estás preparado para
cuidar un león. ¿Alguna vez ha cuidado un gran felino? ¿Tiene amigo carnicero?
¿Al menos tiene experiencia en el cuidado de gatos?
Finalmente pasaron la prueba, soltaron la plata y se lo llevaron.
El leoncito se llamaba Christian y era quinta dinastía en
cautividad: nació en un zoológico. Por esa época los dos amigos trabajaban en
una tienda de muebles y convencieron al dueño para que les dejara tener al león
en el sótano durante el día, que estaba lleno de cachivaches de madera, allí
podía esconderse y jugar. En los años sesenta la gente era muy buena y
comprensiva. ¿Tener un león en el curro? Claro que si, no hay problema. El jefe
se enrolla.
Jhon y Ace vivían encima del trabajo, en un ático. El
leoncito era adorable y los amigos lo querían mucho, se comportaban como dos
padres y él como un hijo pequeño. Christian era como un gato grande de ciudad.
Viajaba en coche, dormía en colchón, paseaba con sus dueños por la calle y
recostaba su cabeza sobre una almohada. Necesitaba ejercicio y consiguieron un
lugar perfecto para su esparcimiento: un cementerio tapiado junto a una iglesia
en Chelsea. El reverendo lo permitió: era naturalista y tenía sentido del
humor. Le hacía gracia tener a un león corriendo sobre tumbas de cristianos.
Pero el león crecía, con un año pesaba 84 kilos y comía 3 kilos de carne al día. Jhon y Ace sabían que la historia de Christian en Londres se estaba terminando pero no querían que viviera en cautiverio como sus padres: no pensaban llevarlo ni a un zoológico ni a un circo. No sabían que hacer. Hasta que un día la solución se les pasó por delante. A la tienda de muebles fueron los actores Bill Travers y Virginia Mckenna, que en 1966 habían protagonizado la película "Nacida libre". Un clásico familiar, desarrollado en Kenia, que conciencia sobre la necesidad de proteger la libertad de los leones. Los actores vieron a Christian y quedaron encantados. Los amigos le preguntaron si podían hacer algo. Le respondieron que lo mejor era devolverlo a la selva. Tenían contactos, se habían convertido en activistas a favor del león. Conversaron con un conservacionista de prestigio, George Adamson (cuya historia inspiró la película), que tenía una reserva en Kenia. Era un experto en leones. Criaba cachorros huérfanos y los preparaba para la vida salvaje. Su obra era admirada, también controvertida, pero sin duda loable. Finalmente George aceptó intentar adaptar a Christian a la vida salvaje. Lo consideraba un reto.
Pero faltaba otro escollo. Se necesitaba un permiso del gobierno
de Kenia para poder llevar a Christian. La negociación y la burocracia era
lenta. Mientras, el león no dejaba de crecer. Así que tuvieron que llevarlo a
un lugar más grande mientras esperaban. Los dos actores ofrecieron una solución
temporal: llevarlo a 50
kilómetros de Londres a su granja. Le fabricaron un
cobertizo y cercaron una amplia zona para que pudiera campar a sus anchas en
plena naturaleza. Los cinco fueron felices en aquel tiempo pero los humanos
vivían con angustia porque el permiso no llegaba. Finalmente, después de unos
meses interminables, lo recibieron.
El viaje era complicado, 15 horas en avión. A Christian había que
adormilarlo con una inyección antes de meterlo con una grua en la bodega
(dentro de una caja de madera). Los amigos lo acompañaron. Finalmente llegó
bien y tras cientos de kilómetros en Land Rover, llegaron a la reserva. En el
camino ocurrió una anécdota. Durante el viaje Jhon y Ace le dijeron a George
que debía parar, que Christian tenía que hacer sus necesidades. George les dijo
que estaban en medio de la selva, que Christian se podía perder y no regresar
más. Finalmente salió, hizo sus necesidades y, a la llamada de sus dueños, se
volvió a introducir en el vehículo ante la sorpresa del conservacionista.
Ahora Christian tenía que adaptarse poco a poco. Era un león de
ciudad de quinta generación. Un león europeo que volvía a la cuna de
África. Existía la incertidumbre. La convivencia fue buena y consiguió
adaptarse. Tuvo que pasar una dura prueba con Boy, un león adulto jefe de
manada. Boy atacó a Christian pero este supo defenderse siendo sumiso al mismo
tiempo. Había superado la prueba territorial. Fue aceptado. Con tristeza, Jhon
y Ace se despidieron de Christian y se fueron. Pero un año y medio después
quisieron volver a verle. Les dijeron que era peligroso, que era un león
salvaje y tal vez ya no los reconocería. Aún así fueron a ver a su amigo. Esto
fue lo que ocurrió en el reencuentro.
que bonita historia de amor
ResponderEliminarEl león parece medio humano y los dos hombres parecen medio leones. :)
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