lunes, 14 de enero de 2013

Cartas a Jane Austen

I

03 de enero de 2013

Querida Jane Austen, hoy me ha pasado algo maravilloso: mis plegarias por fin han sido escuchadas. Te cuento.  Hace años que soñaba con ver tu correspondencia publicada en español, creo que una vez lo hicieron, pero se agotó la edición (todo lo tuyo tiene un interés máximo). Mas hoy navegando por Internet, me encontré una preciosa ilustración de tu mágico rostro presentando un libro, el cual contenía tus cartas. La letra se veía pequeña y no distinguía el idioma, así que pregunté, como quien no se lo termina de creer: "¿Es en español o en inglés?". "¡En español!", me contestaron todos al unísono. Virtualmente los allí reunidos teníamos risas complacientes y luminosas. Se me desbordó la alegría. Mi sueño se hacía realidad.

Me he informado rápidamente. Tus cartas las ha publicado una editorial con sede en Asturias, se llama dÉpoca y es pequeña pero coqueta. Se dedica a los clásicos, los cuales cuida con esmero, con mimo y con cariño. Tranquila que contigo no han sido menos. Contigo han tirado la casa por la ventana. Han dedicado dos años de trabajo para publicar un auténtico artículo de lujo, un cofre del tesoro a la altura de lo que mereces. Una edición comentada, anotada e ilustrada que incluye índices referenciales a la cronología y la relación con los personajes de tus novelas, más explicaciones de esas personas que aparecen. Y lo más importante, contiene las más de ciento sesenta cartas tuyas que todavía se conservan. Divididas en seis partes para situarlas en tu contexto natural.

Te mentiría si te digo que estoy tranquilo. Realmente estoy nervioso, hasta que no te tenga comigo mi corazón no se serenará. Es normal que así sea: tengo miedo de dejarte escapar y quedarme con las manos vacías. Porque es totalmente plausible. Es más, esta edición se agotará. Lo sé. Simplemente lo sé. Eres tan deliciosa como irresistible, y tan interesante como atractiva. Así que no podré despistarme lo más mínimo, tendré que estar rápido para hacerme contigo. Si no volarás a otras cazuelas pero no a la mía, y quiero tenerte en mí cocina para poder cocerte a fuego lento. Por lo pronto he escrito a la editorial, a ver que me cuentan.

Me voy a la cama no sin antes decirte que hoy ha sido un gran día, y que dormiré con la emoción y la incertidumbre de un niño.

Siempre tuyo, Miguel

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II

04 de enero de 2013

Querida Jane, hoy me he levantado pensando en ti, juraría que soñé contigo, pero no puedo asegurarlo, ya sabes que los sueños son vaporosos y difíciles de agarrar. Aunque tú en eso eras una maestra. Los atrapabas y los aislabas en un papel, dándoles libertad para crecer y volar, pero siempre teniéndolos a mano, como quien juega con una cometa a la que de darle tanta cuerda llega a creer que nació independiente y que su única misión en esta vida es descubrir si el firmamento es infinito o no. Los de la editorial me contestaron: muy amables ellos, me daban algunas pistas. Comprendí que tenía que ponerme manos a la obra. Ir a por tus cartas fervorosamente. Así que le di preponderancia a lo que más me interesaba y dejé todo lo demás para después. Los impulsos vitales son guías espirituales: cuando los latidos del corazón vibran y resuenan con fuerza, es fácil seguir su ritmo: solo hay que dejarse llevar. Como esas personas que bailan samba, lo hacen con tal naturalidad, con tal armonía, que no parece que bailen sino que  caminan así por la vida.  Hice algunas gestiones, algunas llamadas, y no te lo vas a creer, en una buena librería de la isla vecina, ¡tenían tu libro! Fue emocionante. Porque al principio el librero me decía que no, pero yo seguí dándole referencias (a instancias suyas), hasta que al final comentó jubiloso: "¡aquí está; lo tenemos!". Que alegría Jane.  Ya estás más cerca, a dos pasos, pero separados por la procelosa mar: tan cerca y tan lejos a la vez. Que daría por tenerte entre mis manos para poderte acariciar, pero tengo que esperar. Dicen que lo bueno se hace derogar. ¡Vaya verdad más universal! Reservé tus cartas. Eso fue lo primero que hice. Y ya dejé todo lo demás para después.

 
No quiero que hagas el viaje sola, te mereces todos los honores y un viaje solitario para una dama como vos no es lo aconsejable, además, no lo consiento, y no aceptaré tus negativas (por un momento pensé que eras Elizabeth Bennet al ver esa expresión tan pícara y rebelde). Así que te he buscado dos compañeros de aventuras que te arropen y protejan. Como cuando tus personajes, y tú misma, hacían esos interesantes viajes en carruaje, entre varios pasajeros, con diferentes postas y hospedajes. Creo que no los conoces, son escritores posteriores a ti. Y un tanto especiales. Pero te encantarán. Son grandes también. Tenéis muchas cosas que contaros. Seguro que será un viaje provechoso.

Pero eso mejor te lo cuento mañana Jane, que ahora no puedo seguir escribiendo. Esto me ha recordado una anécdota tuya. La puerta de la habitación que usaste durante un tiempo en casa de tu hermano chirriaba, estaba desvencijada, por lo que los anfitriones dijeron que habría que arreglarla para eliminar el molesto sonido, pero tú dijiste que naranjas de la china,  dijiste que no hacía falta tomarse esa molestia y que además, no querías ocasionar gastos innecesarios. En verdad no querías que la arreglaran porque el ruido te sobre avisaba cuando alguien entraba y así te daba tiempo para esconder tus escritos. Ay Jane, que graciosa, que escritora más compulsiva tenías que ser, pero también que íntima, y que tenaz. Luego, más tarde, llegó Virginia Woolf con el ensayo Una Habitación Propia y las reivindicaciones y los consejos a las mujeres para poder escribir. A ti te tocó otra época donde era impensable siquiera manifestarlo. Te buscaste la vida. Muchas veces escribiendo en condiciones no idóneas. Aún así, vaya obra monumental nos legaste. Te admiro si cabe más por ello.

Ahora si, me despido, hoy me acostaré con menos incertidumbre que ayer, pero con más ansias.

Siempre tuyo, Miguel

Pd. No pude evitarlo y llamé a la librería a última hora, necesitaba saber si tus cartas estaban a buen recaudo. Me dijeron que no me preocupara porque están guardadas bajo siete llaves en la caja de caudales. Me quedo más tranquilo, de eso se trataba.

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III

07 de enero de 2013

Querida Jane, te escribo en las últimas horas de la noche. Hoy ha sido el final de las navidades: el día de Reyes Magos (creo que en Inglaterra no se celebra pero aquí es muy típico). He visto desde la ventana como los niños jugaban risueños con sus juguetes: bicicletas que no solo son para el verano, coches teledirigidos, muñecas... más lo que no es visible ya que lo disfrutan tras las cortinas de sus casas: videojuegos y demás instrumentos tecnológicos, quizás todavía juegos mesa, espero que libros también (quien sabe, a lo mejor algún proyecto de mujercita se está iniciando en la alta literatura con una de tus novelas tras abrir emocionada papel y lazo). Sentí que me faltaba mi regalo, mi juguete, mi ilusión de reyes magos. Y ese presente del deseo no es otro que tus verdes cartas franqueadas desde la campiña inglesa. Por suerte,  serás mi añorado regalo de reyes en breve, con un par de días de retraso, no más.  Espero poder tenerte esta semana entre mis manos. Semana de la que ya hemos gastado el lunes.

Deja que te cuente con quien vas a viajar en la posta marinera que el otro día me faltó decírtelo. Pues con dos grandes literatos para que te encuentres cómoda entre los tuyos. Sabía que no podían ser dos cualquiera, y vaya que no lo son. Son rusos. Uno se llama León Tolstoi y el otro Fedor Dostoievski. No los conociste porque son posteriores a ti. Pero ahora vas a tener la oportunidad. El destino es así de caprichoso. Les he dicho que te traten con mimo porque eres talentosa. Aunque me dijeron que eso ya lo sabían (ellos si te conocen) y que todo serán atenciones para tan bella esculpidora de letras. Tendrás curiosidad en saber que obras portarán estos insignes autores para compartir. León traerá Hadji Murat, que es su último trabajo así como una novela corta: se publicó póstumamente tras su muerte. El protagonista es un comandante militar que traba alianzas incómodas por venganzas personales. Un poco déspota y avaricioso él. Fedor portará un libro mayor en cuanto a volumen, de más de mil páginas: Los Hermanos Karamazov. Versa sobre un parricidio y la diferente psicología de tres hermanos. Interesante ¿verdad? He pensado, tras leer estos libros, hacer un café debate a cuatro. Tipo Café Gijón. Tú, León, Fedor y yo. Me sentiré un poco intimidado, pero será un placer escucharles. Tanto que tomaré notas mientras charlan. Creo que contrataré a una mecanógrafa para registrar lo máximo posible. Porque no puedo apuntarlo todo, y además, quiero relajarme mientras hablan. Servirles el té, las pastas, los vodkas y lo que haga falta con tal de que se sientan cómodos. Aunque mejor pensado, puede que también contrate un mayordomo. Es que no quiero perderme ni una coma, ni un punto, ni una palabra. Compréndeme Jane.

Lo dicho, esta semana espero poder abrazarte con emoción incontenible.

Afectuosamente, Miguel

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IV

10 de enero de 2013.

Querida Jane Austen, hoy puede ser un gran día, puede que me lleguen tus cartas, motivo más que suficiente para estar alegre pero también para estar nervioso. Una mezcla de ambas emociones que pujan por sobresalir y ganar la una a la otra. Según mis informaciones, y si no ocurre ninguna contrariedad,  debo tenerte conmigo en cuestión de horas, quizás minutos. Él emisario ya tiene las cartas en su poder y partió guiando a los briosos caballos que transportan el carruaje en cuyo interior viajas junto a los literatos rusos. Me siento como un felino agazapado en un tupido matorral esperando que pase su necesario alimento. Porque tú eres mi pieza más codiciada, Jane. La gacela más hermosa de toda la selva. Te necesito biológicamente hablando. Como el colombófilo que espera su querida paloma mensajera de confianza, así estoy de guardia en mi casa. Mas espero que esa paloma no se pierda por el camino ya que anillada en su pata trae un mensaje sumamente importante.

Me pregunto de que estarás hablando con los rusos. Seguro que están departiendo amistosamente. Supongo que también te harás preguntas,  como qué tanto interés tengo en leer tus cartas. Es algo que viene de lejos, Jane. Desde que conocí tu literatura quise saber más de ti, conocerte tan profundamente como me fuera posible. Por tu literatura te conozco algo; cierto, lo que se puede conocer a través de ella. Dicen que al escribir traslucimos parte de nuestra personalidad. Podría decir que eres ingeniosa, divertida, habladora pero comedida; o sea, puedes hablar mucho e interesante, pero siempre guardándote para ti, sabiendo medir las palabras. Y por supuesto, no hay que ser adivino, eres una  observadora con gran capacidad para el análisis psíquico y espiritual: una consumada extractora de almas humanas en los  insondables pozos con estructuras de carne y hueso.

Cuando estaba inmerso en tu literatura me enteré que se conservaban algunas de tus cartas. Entonces supe que tenía que leerlas. Realmente lo sabía desde antes. Lo que comprendí fue que esa era la oportunidad que estaba esperando. Leerte directamente sin el intermediario de la ficción. Conocer tu vida diaria, tus inquietudes, tus necesidades, tus anhelos, tus bromas,  tu familia y amistades Y como un círculo virtuoso volver a tu literatura conociendo el anverso y el reverso de la pluma y la mano que escribió mis sagradas escrituras.  

"Importantes naderías". Sé que le escribiste esa expresión a tu hermana Cassandra en una de tus cartas. Porque eras una maestra de lo cotidiano Jane. Me encanta esa filosofía. Me encanta esa expresión.  Sabías darle la justa importancia a las situaciones y costumbres que tras los días se alargan. Aún con tu grandeza eras capaz de comprender que no se puede ser trascendental todo el tiempo. Al contrario, la trascendencia es anormal y solo así puede valorarse, saborearse y sentirse. Solo personas como tú con esa capacidad para comprender lo logran (trascender). Una complicada operación matemática de un manuscrito de Leonardo Da Vinci es interrumpida  con la siguiente anotación: "la sopa se enfría...". ¡Ni un genio como el gran Leonardo podía resistirse a algo tan mundano como un plato de sopa caliente! Quiero probar tu deliciosa sopa, y a cada cucharada entrar en tu reino de lo cotidiano junto contigo de la mano.

Tengo que contarte algo Jane. Una duda me carcome internamente. No sé hasta que punto lo que pretendo es honesto. Me refiero a leer tus cartas. Porque puede que te vaya a robar la intimidad. Es una situación compleja. Sé que eras consciente de tu grandeza como escritora y que no escribías para nadie en particular sino para todo el mundo en general. Pero eso era en literatura. Esto es diferente. Son tus cartas personales. Es tu intimidad. Algo me dice que lo comprenderías. Por lo menos en parte. Pero no lo puedo asegurar. Mas si eras consciente de tu grandeza como escritora, quizás fuiste consciente de que te convertirías en inmortal y que generación tras generación querríamos saber más de ti. Ese es uno de los motivos por los que te escribo Jane. Es una compensación moral. También es un desahogo, una necesidad emocional. Tú me vas a dar mucho más de lo que podía esperar. A cambio te envío estas humildes cartas que, aunque desiguales, corresponden a la tuyas para aproximarnos en condiciones.

"El carruaje está llegando...".

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V
11 de enero de 2013
Es una verdad mundialmente reconocida, que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa; a su vez, es una verdad mundialmente reconocida, que un hombre como yo, sin más fortuna que una humilde colección de libros y música, necesita ampliarla con un tesoro como las cartas de Jane Austen.
Querida Jane Austen, permíteme que te parafrasee, es mi forma de demostrarte el sentimiento que ahora mismo me embarga. También quiero pedirte perdón por haberme marchado ayer con tan poca cortesía, ya que me fui de improvisto y sin despedirme. Pero no pude evitarlo por lo que sucedió a continuación.   Al asomarme a la puerta observé un negro carruaje tirado por esbeltos caballos en cuyo pescante venía el emisario. De su interior se bajaron dos señores con aire distinguido y pobladas barbas y bigotes. Entonces se dirigieron a la puerta contraria,  la cual abrieron para ayudar a bajarse a una elegante dama con traje de muselina blanco y un tocado adornado por una llamativa amapola de color. ¡Eras tú Jane! Te di un abrazo tan sincero como emocionado. Reconozco que me quedé un tanto arrobado, mas tú te diste cuenta, ciertamente no podía disimularlo (tampoco traté de evitarlo).  
Ya tengo mí preciado botín conmigo: ¡tus deseadas cartas desde la campiña inglesa! Están contenidas en un precioso libro de tapa dura con sobrecubierta, ambas con tu figura pintada en tinta negra. Te encuentras sentada y apoyada sobre una mesa (una mesita de un solo pie, con tablero de madera de castaño que te acompañó toda tu vida); bajo tus rizos ensortijados, tu mirada es una mezcla de ausencia y concentración, como si estuvieras abstraída. Y no me extraña, en tu mano derecha portas una pluma (una fina pluma de marfil), esa que manejabas con tanta destreza, así que seguro que estabas dando rienda suelta a tu imaginación, viajando por tus exuberantes mundos interiores. Dentro venía un marca libros con tú misma imagen y una postal exactamente igual (un regalo dentro de un regalo). Le quité la funda protectora al libro, lo abrí y olí sus páginas: ¡olían a tinta deliciosa! Más deliciosa por saber que están escritas por tu florida mano. Esas letras que vienen sobre el papel son generosas y redondas. Te leería aunque vinieras en una enorme sopa de letras y tuviera que componérmelas armando las palabras una a una, pero así me lo ponen mucho más fácil, cómodo y atractivo. Los de la editorial han realizado una labor encomiable. Se nota que hay mucho cariño detrás.
Les he dado las gracias a los literatos rusos por haberte escoltado tan magníficamente como lo han hecho. Y les he dado alojamiento en mi hotel biblioteca; un lugar de honor para que estén bien cómodos; una atalaya desde donde se divisan los demás lomos (es una de las suites del enjambre librero).  Les he dicho que primero procederé con tus cartas, y créeme que lo han comprendido,  pero claro, los grandes escritores tienen su vanidad y me han  pedido algo a cambio: me han pedido que les prometa que serán los siguientes en ser leídos.  Les he contestado que por supuesto, que a veces compagino varios libros pero que ahora solo quiero concentrarme en ti, pero que cuando termine,  los siguientes serán ellos porque también me apetecen y no venían por casualidad acompañándote. Fueron elegidos entre la clase alta literata.  Me han recordado la futura tertulia. Se ve que les has cautivado y se han quedado con más ganas de ti, de escucharte y de conversar. A mi no me extraña nada.
Prontamente me he puesto a leer tus cartas. Y… Oh my God! Son irresistibles Jane, todo lo que escribes lo es. Y que deliciosa que eres. Como si fueran percebes, iba devorando tus cartas sin apenas esfuerzo, casi sin enterarme. Leí unas cuantas de una tacada. Hasta que me contuve y les anudé el lazo. No por medio a empacharme (contigo es imposible) sino porque como el buen postre cuando eras niño, quiero ir con calma para saborearte y para que me dures.
La primera carta está fechada un 9 de enero de 1796. Tenías 20 añitos recién cumplidos y felicitabas a tu querida y confidente hermana Cassandra, que ese mismo día cumplía 23 años. A partir de aquí tuve un mar de sensaciones que se arremolinaban en torno a mi y que me son difíciles de describir. Aunque si tuviera que buscar una palabra que las condensara, esa palabra sería MAGIA. Me parece mágico poder leerte a través del tiempo de tu mismo puño y letra y sentir que todavía estás viva. Tus novelas también son de tu puño y letra, si, pero esta eres tú en tu vida cotidiana. Eres la persona que deseaba conocer, más allá de la ilustre novelista que tanto adoro. Déjame decirte que no soy nada puntilloso al leerte, no se puede ser así al manipular un diario o unas cartas, hay que ser condescendiente porque no se puede ser más exigente con los demás que con nosotros mismos. Es una ley literaria que hay que saber respetar. Supongo que en la vida ordinaria también. Así que no corro el riesgo de desengañarme contigo. Pero es que justo me está pasando lo contrario. Tu figura crece y crece y no deja de crecer según te voy conociendo. Te cuento algunas cosas que pienso ahora sobre ti aprovechando que las cartas son un buen medio para sincerarse.
Tu ironía Jane, tu ironía me supera. Estoy pensando que es un don innato con el que fuiste bendecida nada más nacer. No digo que no lo hayas perfeccionado y te haya costado tu esfuerzo para tus novelas. Pero en tus cartas es algo tan natural, que no deja de sorprenderme. Es una ironía tan sutil, tan fronteriza, que la considero la ironía perfecta. No corres el riesgo de pasarte por ningún lado: ni volverte surrealista ni socarrona. Tampoco podemos acusarte fehacientemente de nada. Eres la ambigüedad en estado sublime. Nos ofreces variedad de interpretaciones y así me tienes leyéndote y haciendo continuas cábalas. Y es un juego al que siempre me ha gustado jugar contigo Jane.
Otra cualidad tuya que observo y que no me ha sorprendido porque me lo esperaba, es lo divertida que eres. A través de tus novelas siempre pensé que eras divertida y optimista. Mis sospechas han sido confirmadas. En general le añades unas gotas de humor a todo en la vida, a veces más a veces menos, a veces tremendamente, y eso,   combinado con tu ingenio, aporta mucha alegría así como un humor excelso e inteligente. Algo que siempre será bien recibido, y por mi parte, admirado.
Una sensación curiosa que tengo es que por momentos me parece que estoy leyendo una de tus novelas, con sus personajes y sus ambientes. Como si nunca hubiese salido de ellas.  Es el mundo que nos mostraste, Jane. Así que es imposible no entablar asociaciones entre personas, hechos y localizaciones. A menudo me pregunto si tal persona no será tal otra de tal novela. No es exactamente así, no es lo mismo la ficción que la realidad, o la literatura que la vida común, pero esas personas y esos lugares eran tu fuente de inspiración. Es una línea difusa que traspaso a ambos lados sobre un saltarín caballo refulgente que juguetón y caprichoso ora me lleva aquí, ora me lleva allá. Aún así ¿como hacías para sondear y extraer las almas interiores con tanta precisión? Se que no puedes contar el secreto porque seguramente no existe o no lo sabes,  es un valor inefable y va con tu persona, si lo contaras todos copiaríamos la fórmula, pero hay fórmulas indescifrables que nunca podrán volcarse sobre un papel, y para nada son extrapolables. Fuiste agraciada con varios dones: el de la observación, el de la elocuencia y el del humor están entre ellos. ¿Y en medio? Yo no se lo que hay en medio, es un secreto intangible que a todos nos seduce y  que, ni en tus cartas, podemos vislumbrar. Lo único que puedo decir es que estoy encantado de conocerte.
Me despido Jane, te mando esta carta de ida esperando las tuyas de vuelta. Prometo volver a escribirte cuando tú lo hagas.
Siempre tuyo, Miguel

4 comentarios:

  1. Cartas en el tiempo a esa escritora, mezcla de pasado y presente, un viaje imaginario en tren donde escritores se encuentran en una charla que de existir hubiera sido genial escucharla. Y bueno, quizas desde el más allá Jane las lea. Muy buena cronología tu carta, escribis las vivencias esperando esa correspondencia tan deseada. Saludos desde www.puertoarial.com

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  2. Crónicas de un enamorado de las letras. Cartas que atraviesan el tiempo y pasión por Austen
    Una entrada maravillosa
    Besos

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  3. Un hechizo de lectura. Gracias Miguel pero permitirnos este viaje contigo.

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  4. Gracias, Miguel, por cartas tan maravillosas. Como admiradora ferviente de nuestra querida Jane, no puedo más que apreciar que pudieras expresar tan hermosamente lo que otros sentimos al enterarnos de la publicación de sus Cartas, encargarlas, esperar el correo (a mí me tardó casi un mes -de pura ansiedad- porque vivo del otro lado del Charco, en Argentina) y tocarlas en "carne y hueso". De esos placeres sublimes que no todos pueden experimentar. Gracias de nuevo, saludos
    María Elena

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