Tema principal de la B.S.O. de Grand Canyon, sintonía de la NBA en Canal Plus. Escucharla era la llave de entrada al mejor baloncesto del mundo, acompañados por la inimitable pareja que formaban Andrés Montes y Antoni Daimiel
Hablar por hablar, placer provocado por las conversaciones en las que no hay nada que ganar ni perder, conversaciones que solamente se prestan para escuchar, para comentar, con naturalidad, con libertad, sobre la realidad, sobre lo imposible, con seriedad, con humor, mezclando churros con meninas, nubes con edificios, pasillos con praderas, dos interlocutores solapados, dando pasos conjuntos hasta llegar a paisajes a los que nunca podrían llegar por si solos.
Algunos desarrollan estas conversaciones ante la serenidad que proporciona el ritual de una infusión de mate, otros ante la cordialidad de unos sabrosos chuletones regados de buen vino, los hay que eligen el calor populoso de la barra de un bar abstrayéndose pero formando parte del gentío, Andrés Montes y Antoni Daimiel preferían un plató de televisión ante miles de sonámbulos espectadores.
Durante diez años (1996-2006) fueron los reporteros encargados de retransmitir los partidos de baloncesto de la NBA en Canal Plus. Eran la pareja cuasi perfecta: Montes, el showman, el apasionado, el torbellino incontenible; Daimiel, el estudioso, el analista, el reflexivo. Una suerte de Quijote y Sancho Panza periodístico deportivo: lo que a uno le faltaba, lo tenía el otro, y viceversa; y como en la monumental obra cervantina, según transcurrían años de compañerismo, sus personalidades se iban impregnando recíprocamente.
De su mano, el mejor baloncesto entró a los salones de los hogares para quedarse para siempre. Calaron entre los espectadores por su nueva fórmula de ofrecer el baloncesto: la NBA era un espectáculo, como tal había que tratarlo, y como espectador formabas parte de ello. Podías disfrutar de la más emocionante, imaginativa e irreverente narración, sin dejar de recibir ecuánime, calculada e inteligente información: cápsulas conjuntas de pálpito y pensamiento, de corazón y cerebro, de sonrisa y tensión, para no perder ni un ápice de necesaria locura y cordura.
Las retransmisiones de los partidos podían durar más de tres horas, tenían muchos tiempos muertos, la chispa podía surgir en cualquier instante; sabiendo eso, los que veíamos sus partidos, si nos dormíamos en el sofá, lo hacíamos como los vaqueros (con un ojo cerrado y el otro abierto). De pronto, en medio de la madrugada, se arrancaban con una delirante conversación. Y te desvelabas, y te preguntabas: ¿de que están hablando estos dos? Entonces escuchabas ¿a quien se le ocurre casarse el día que se juega un Barca-Madrid? Y te decías: ostras, es verdad, una vez me invitaron a una boda que coincidió con aquel súper partido de... y seguían hablando sobre los convites de las bodas, y ya te unías con ellos...
Las retransmisiones de los partidos podían durar más de tres horas, tenían muchos tiempos muertos, la chispa podía surgir en cualquier instante; sabiendo eso, los que veíamos sus partidos, si nos dormíamos en el sofá, lo hacíamos como los vaqueros (con un ojo cerrado y el otro abierto). De pronto, en medio de la madrugada, se arrancaban con una delirante conversación. Y te desvelabas, y te preguntabas: ¿de que están hablando estos dos? Entonces escuchabas ¿a quien se le ocurre casarse el día que se juega un Barca-Madrid? Y te decías: ostras, es verdad, una vez me invitaron a una boda que coincidió con aquel súper partido de... y seguían hablando sobre los convites de las bodas, y ya te unías con ellos...
El partido podía ser intranscendente (en la NBA son muchos partidos al cabo del año), pero daba igual, aunque vieras el nombre de dos equipos que no animaban a una gran noche de baloncesto, agarrabas la manta y te pegabas frente al televisor a escuchar a esta curiosa pareja hablar sobre basket y sobre la vida. Una ecuación recurrente era la siguiente: cuanto más malo el partido, mas interesantes las conversaciones; claro, con el aburrimiento desvariaban más si cabe. Había gente que no era especial seguidora del baloncesto pero se fumaban los partidos atraídos por sus cantos de sirena; luego, acabaron enganchándose al deporte de la canasta. Esa fue una de sus grandezas, ilusionarnos a los seguidores de siempre y ganar nuevos adeptos para la causa.
Las conversaciones podían versar sobre temas tan variados como langostinos y gambas (la gastronomía era uno de los temas preferidos de Montes: lo malo es el hambre que te podía entrar de madrugada; lo bueno es que ya tenías antojo para comer al día siguiente):
Sobre calabazas, chirimoyas y la bella ciudad de Granada, aderezado de baloncesto, por supuesto.
Sobre cine de autor y el actor Steven Seagal.
Andrés Montes nació en Madrid en el año 1955 y se crió en la calle Hortaleza. Su padre era gallego y su madre cubana, una virtuosa del piano llamada Zenaida Manfugás que mientras recorría el mundo de gira, lo dejaba criándose con Lore (una ama de cría). Cuando su madre biológica volvió a buscarlo, ya adolescente, el la rechazó: su madre era Lore. Creía que España era un país racista; en su infancia y juventud, la España de los años 60 y 70, cuando iba en el autobús nadie se sentaba a su lado aunque fueran de pie (hasta los años 90 apenas habían personas de otras razas). Ahí desarrolló un orgullo de raza importante. Más adelante, cuando estuvo en Atlanta y Menphis (ya como reportero de la NBA), se emocionó en la casa donde nació Martin Luther King y en el Motel Lorraine, donde fue asesinado. De ese sentimiento le vendría también su pasión por todo lo que provenía de Estados Unidos, era un enamorado de la cultura americana: música, cine, deportes...
Como periodista comenzó a ejercer en 1980 realizando retransmisiones deportivas (principalmente de fútbol y baloncesto) para diferentes cadenas de radio. En la temporada 1995/1996 retransmitía para Radio Voz los partidos del Atlético de Madrid (a la postre campeón del histórico doblete). Destacaba por su forma diferente de narrar. Era todo pasión, improvisación y diversión. A los jugadores les ponía motes. Pantic era Hola buenos días me lllamo Milico Pantic (en la primera rueda de prensa que dio fue lo primero que dijo, casi no sabía español); Kico era Kico "Choquito" Narvaez; Simeone, Viste que lindo El Cholo Simeone...; durante toda esa temporada una de sus frases más repetidas fue: "algo se está moviendo al sur de la ciudad".
El actual director de As, Alfredo Relaño, por entonces director de la sección de deportes de Canal Plus (fue el encargado de poner en marcha dicho área en 1990), tuvo capacidad visionaria y lo fichó para las noches de la NBA. Fue todo un acierto, su estilo desenfadado, sus motes, su genio, su improvisación, congeniaba a las mil maravillas con el baloncesto americano y convertían las retransmisiones en todo un espectáculo que atraía aficionados (y no tan aficionados) por doquier. Se movía como pez en el agua. Poco a poco su nombre se fue asociando en España a la marca NBA hasta convertirse en un producto indisoluble. Como indisoluble sería su socio. Su primer compañero, sin embargo, sería Santiago Segurola, pero abandonó las duras noches y le sustituyó Daimiel, un joven periodista vallisoletano serio y formal con grandes conocimientos sobre baloncesto que trabajaba en la casa desde que se licenció (1990) en labores menos visibles. El 11 de febrero de 1996 le llegaría su oportunidad. Viajó con Montes para retransmitir el All Star en el Alamodome de San Antonio (Texas), y ya se convirtieron en inseparables durante toda una década. Eran tal para cual, se adaptaban mutuamente como un guante de seda se adapta a la mano.
El debut de esta insuperable pareja fue así.
Fueron muchos los grandiosos momentos que nos narraron, pero si tuviera que decantarme por uno, elegiría la histórica noche del 15 de junio de 1998. Ese día tomé una de mis mejores decisiones lúdico-deportivas. No tenía el Plus, así que me fui de madrugada a casa de un amigo a ver el que podía ser el último partido del posiblemente mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, Michael Jordan, así como su sexto anillo conjunto con los Chicago Bulls. Lo que vivimos fue de ensueño.
Hay grandes momentos deportivos que en el imaginario colectivo quedan asociadas con algún periodista. Es inseparable el gol de Maradona a Inglaterra en México 86 a la maradoniana narración del reportero uruguayo Víctor Hugo Morales (¡Barrilete Cósmico! ¿De qué planeta viniste para dejar a tanto inglés en el camino?). También lo es el gol de Iniesta que dio el mundial a España en 2010 al ¡Iniesta de mi vida! de José Antonio Camacho. O el mítico gol de Zarra a Inglaterra en Brasil 1950 a Matías Prats cuando el directo no nos lo contaba la tele sino las ondas sonoras de la radio. O el famoso gallo de José Ángel de la Casa, con la voz cansada por tantos goles, cuando cantó el 12 y último de Juan Antonio Señor contra Malta que otorgó la clasificación de España para la Eurocopa de 1984 (¡gol de Señor!). El sexto anillo de los Bulls está relacionado con Andrés Montes y Antoni Daimiel: al ver las imágenes, o al recordarlas, escuchamos en nuestro interior las voces de ambos diciéndonos frases como... ¡la ha robado Jordan, la ha robado Jordan! ¡Canasta, canasta canasta... me llamo Michael, Michael Jordan, como James, James Bond! Dios volvió a disfrazarse de jugador de baloncesto...
Montes tenía muchos motes para los jugadores, pero uno de mis favoritos (todos teníamos nuestros favoritos de tantos que ponía) era el que le puso a Jordan en esas finales. Más que un mote era una leyenda; una leyenda profética podría decirse. Me parecía ingeniosa y brillante. Cada vez que agarraba la bola, proclamaba: "Bienvenidos a Aerolíneas Federales Air Jordan". "Número del vuelo: 23". "Destino: sexto anillo de la NBA". "Duración del vuelo: aproximadamente 6 o 7 partidos". Finalmente fueron 6 partidos: 4 a 2.
En el vídeo anterior, los silencios que se producen en los tiempos muertos y el post partido deben de ser por alguna eventualidad técnica. En esos momentos hablaban desde el plató de Tres Cantos, en Madrid, Chehu Biriukov y Juan Manuel López Iturriaga, que eran los invitados especiales. Lo recuerdo perfectamente, después de la canasta final de Jordan, entraron en histeria: Biriukov, al ver las repeticiones, exclamaba: "¡eso lo hago yo y me rompo la rodilla por cinco sitios"; Iturriaga, por su parte, no paraba de gritar: ¡este hombre no se puede retirar!". Si, esa noche fuimos felices, en grata compañía vivimos algo único e irrepetible, como decía Montes: "porque la vida puede ser maravillosa".
Los argentinos, en el fútbol, tienen un arte especial para poner motes. Al contrario que en España, donde falta imaginación en ese sentido y poco más parece existir que El Niño cuando comienzan a destacar (Raúl -lo perdió con el tiempo- o Torres -aún lo mantiene- son un ejemplo), en Argentina todos los jugadores poseen uno, la mayoría desde pequeños, que los identifica. Suelen destacar alguna característica física, cualidad futbolística o referencia familiar. La lista sería interminable: La Pulga, El Fideo, La Brujita, El Matador, El Pelusa, El Indiecito, El Cholo, El Pipa o El Pipita... Pues bien, en el interior de Andrés Montes debían de habitar millones de argentinos. Su ingenio para poner motes no tenía límites. En la NBA repartió apodos a diestro y siniestro. Eran muy agudos y originales, algunos surrealistas, y solía dar en la diana, hasta tal punto que muchas veces cuando los contrastabas te decías: ¡es verdad! Un ejemplo: había un jugador del que ya no recuerdo ni su nombre real (solo su mote, hay que ver lo que logró Montes después de tanto tiempo) al que llamaba El Pulcro, El Aseado; me hacía mucha gracia, lo veías jugar y era exactamente así: impoluto, bien peinado... ¡parecía que no sudaba!
La lista también sería interminable.
-Shaquille O´Neal: "Artículo 34: Hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y donde me da la gana".
-Dennis Rodman: "¿Adivina quien viene esta noche?". En esta película, Adivina Quien Viene Esta Noche (1967), una muchacha joven de familia acomodada lleva a la casa a su novio con el que tiene intención de casarse para presentárselo a sus padres; resulta ser de raza negra con el consiguiente shock para ellos (logró dos Oscars: mejor actriz -Katharine Hepburn- y mejor guión original). Pues eso, imaginaros el susto que se les quedaría en el cuerpo si su hija se presenta en su casa con Denis Rodman, el jugador más excéntrico y polémico de la NBA.
-Bonzi Wells: "Alcatraz". Su imagen con cinta en el pelo y su físico es el típico de las películas americanas de penales.
-Lorenzen Wright: "Alitas de pollo". El pívot es propietario de un restaurante cuya especialidad son las alitas de pollo.
-Peja Stojakovic: "American Graffiti. Su pelo engominado era digno de película. Junto con Vlade Divac ("Vitorio Gassman") formaba la conexión serbia de la NBA.
-Tim Thomas: "Canción triste de Hill Street".
-Chris Mullin: "Chaqueta Metálica". Con su clásico look militar podía haber participado en la película de Kubrick.
-Tonic Kukoc: "La conexión croata del estado de Illinois".
-Dirk Nowitzki: "Robin Hood".
-Greg Ostertag: "Robocop".
-Steve Nash: "Notre Damme" (por su gran parecido con el Jorobado de la película).
-Paul Gasol: "E.T. El Extraterrestre". Gasol comenzó su carrera en la NBA en el curso baloncestístico 2001-02, siendo galardonado como Rokkie del Año. Una temporada de ciencia ficción.
-Tim Duncan: "Guerra de las Galaxias Episodio número 2 (también Siglo XXI)".
-Allan Houston: "Hilo de Seda".
-Kevin Garnett: "La Máscara".
-Latrel Sprewell: "Melodía de Seducción".
-John Stockton: "Ordenadores Stockton, pi-pi-pi-pi-pi, la informática a tu servicio".
-Karl Malone: "Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... ¡Mambo!".
-Tracy McGrady: "¿Porqué eres tan bueno McGrady?
Y muchísimos más...
Montes también tenía términos que definían diferentes conceptos.
-Abuelo Víctor: club al que pertenecen los entrenadores que llevan tantos años en la NBA que uno ha perdido la cuenta...
-Al Salir De Clase: jóvenes jugadores que dan el salto a la NBA directamente desde el instituto sin pasar por la universidad.
-Amarrategui Blues: club de entrenadores con esquemas ultra defensivos que parecen olvidarse de que existe la canasta contraria.
-Cicuta Mix: entrenadores que protestan casi todas las jugadas.
-Curso baloncestístico...: la temporada de rigor.
-Gepetto Brohters: club formado por los jugadores que tienen la muñeca de madera y fallan casi todos los tiros libres.
-Carpanta: un jugador con hambre de rebote, el que lo coge todo bajo el tablero.
-Raza blanca, tirador: club englobado por todos esos jugadores blancos de buena muñeca.
Y más y más...
También se hicieron populares sus expresiones (algunas se continúan diciendo hoy en día).
-¡BRRRR!: Sonido después de un mate espectacular.
- Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... cuando un jugador encesta un triple.
-¡Crack!: un jugador muy bueno, un jugón.
-¡Jugón!: un crack.
Su técnica se basaba en el arte de la improvisación. No tenía papeles ni nada predefinido, sino que se dejaba llevar según retransmitía. A veces miraba a la cara de Daimiel, y si le daba el visto bueno, el mote se quedaba. En esto puede que le haya influido su sangre cubana. Una de las características de dicha cultura es su amor a la improvisación por medio de la palabra.
Lo mejor es pasar de las palabras escritas a las sonoras y ver a Montes en estado puro. En este vídeo homenaje lo disfrutamos en su salsa. ¡JUGÓN!
Antoni Daimiel nació en Ciudad Real en 1970, pero a los cuatro años su familia se mudó a Valladolid. Tras matricularse en derecho sin éxito se fue a Madrid a cursar periodismo en la Universidad Complutense. Nada más salir de la facultad ingresó en Canal Plus, desde los comienzos de la cadena en 1990. Ejerció labores de redactor en deportes, también fue varios años reportero y editor de El Día Después, lo compatibilizó como narrador de partidos del baloncesto universitario (NCAA). En 1995 su cadena le reclama para comentar los partidos de la NBA. El 11 de febrero de 2006 llega su primera cobertura viajando con Andrés Montes al All-Star. Actualmente sigue comentando los partidos del baloncesto americano.
Posiblemente sea el mejor analista de la NBA en España, sus conocimientos son vastos (de baloncesto en general) y su memoria es prodigiosa. Parece serio y formal en un principio pero tiene un humor muy fino. Es un anecdotario ilustrado. Montes lo bautizó como "Crónica en Rosa". Su amistad iba más allá de la pantalla. Después de su separación profesional, Montes llamaba a Daimiel por teléfono casi a diario, interesándose por el o simplemente para decirle pon la tele y mira tal cosa que luego te llamo.
Andrés Montes murió en extrañas circunstancias en su casa de Madrid en 2009. Daimiel recuerda anécdotas conjuntas con cariño. Como cuando en un hotel de Los Ángeles recogió y dejó la habitación tan impecable (siempre lo hacía) que parecía desocupada. Cuando llegó le había desaparecido el neceser, pensó que se lo habían robado pero estaban en la oficina de objetos perdidos donde las mujeres de la limpieza lo habían llevado. O cuando en Nueva York descubrió una tienda de pajaritas que le encantó y se compró veinte. Se las enseñó a Daimiel y le dijo ¿te gustan? Volvió a la tienda y se compró otras 20. Porque esa era otra de sus características, le gustaba estar siempre impecable, aunque fuera madrugada, en el plató siempre estaba como recién levantado. Se tomaba muy en serio su trabajo.
Sus caminos profesionales se separaron en el 2006 cuando Montes se fue a La Sexta. Puede que ahí comenzara a sentir desencanto. Gran aficionado no terminó de encajar en el fúbol. El creía que influía que no había tiempos muertos que le permitieran brillar como hacía en la NBA, donde tenía más oportunidades de vender la moto. Quizás el fútbol es más encorsetado y no le permitió volar. Quizás su estilo para el fútbol era más radiofónico... el caso es que la no renovación del contrato que tenía con La Sexta le supuso un fuerte mazazo. También retransmitió el Mundial de Baloncesto que ganó la selección española en Japón 2006, acompañado de Juanma Iturriaga y Juanito de la Cruz. Todos los partidos los tengo en una colección de DVD que lanzó un periódico deportivo: alguna vez los vuelvo a visionar. Ahí volvía a su estado natural, se le veía feliz y más libre. El primer y único mundial de basket para España va asociado a su inconfundible narración. Los jugadores de la selección le querían mucho. Que mundial más maravilloso vivimos en Japón.
También tenía sus detractores, aunque después de su muerte se comprobó que eran menos que sus seguidores. Personalmente considero que era un buen narrador de fútbol, un gran comentarista de baloncesto FIBA y un excelso locutor de NBA. Ahí era único y marcó estilo: la NBA es Show Time, Montes es puro espectáculo; y elevó el mejor baloncesto del mundo a la máxima potencia en España. Junto con Daimiel formó una de las mejores parejas periodísticas deportivas, y de las más curiosas: como el Gordo y el Flaco, como Magic Johnson y Larry Bird, como Tip y Coll, como Michael Jordan y Scottie Pippen; diferentes pero tan complementarios como necesarios.
Siempre recordaremos de forma entrañable y con alegre nostalgia esas noches en las que te ibas a la tele a ver NBA sin importarte el partido que emitían, porque sabias que ibas a pasar un buen rato con Montes y Daimiel. No hacía falta café, no hacía falta Coca Cola, con ellos no te dormías... y si lo hacías, como los vaqueros... cualquier delirante conversación podía despertarte, había que estar pendiente. Gloriosas noches deportivas en las que éramos tan jóvenes que no nos costaba ningún esfuerzo trasnochar.
Si tuviera que usar unas palabras para definir a Andrés Montes utilizaría las mismas que Daimiel: "un genio inconsciente de su genialidad" (va por ti maestro).
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