Cuando la película llegaba a su final, cuando me incorporaba en el sofá para escuchar mejor, cuando se iba a producir el desenlace y podría respirar acompasada y humanamente, en ese momento… ¡CLICK! resonó en la habitación.
Ese anhelo quedó registrado en mi mente, se incrustó en mi código genético para no olvidarlo jamás. Años indefinidos después, en un viaje a Madrid, mis huesos cayeron en una gran superficie comercial de libros, música y vídeos. Como si fuera un autómata, lo primero que hice fue ir a esta última sección sin saber porque mis pies me llevaban en esa dirección. A la muchacha que atendía le pregunté, con palabras mecánicas, si tenían la película “Yo Confieso”. Esperaba su respuesta con ansia, miedo, esperanza, deseo… por mi cuello resbalaba una perla de sudor… mi cuerpo y mis manos estaban en tensión… miró en su ordenador y la respuesta fue… ¡SI!
Cuando volví a mi casa lo primero que hice fue, esta vez si, confesarme y purgar mi pena.
perfecto! :-)
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